Un estudio muestra que, tras una mala noche, la hormona que controla el apetito se ve afectada y provoca un mayor estrés emocional, lo que a su vez provoca un consumo abusivo de alimentos y una elección de nutrientes hipercalóricos para compensar la falta de energía. Este fenómeno se ha observado tanto en adultos como en niños.
Este estudio
se ha publicado en el Journal of Health Psychology por parte de investigadores
de la Universidad norteamericana de Nebraska-Lincoln. Este descubrimiento se
tendrá que tener en cuenta en la elección de los alimentos tras una mala noche
y, en general, en el diseño de las intervenciones dietéticas que buscan el
control del peso.
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